Violencia en el Fútbol


Fútbol y violencia: las razones de una sin razón

El conflicto es consustancial al fútbol, porque encarna una disputa entre dos bandos que buscan la victoria por todos los medios a su alcance. Pero esta disputa no siempre es pacífica, tanto que el juego está impregnado por la incorporación de los principios, categorías y leguajes de la guerra. Allí la estrategia y la táctica como organizadores pacíficos del conflicto. El disparo de misiles, la existencia de bombazos, el cobro de tiros libres y la falta máxima de un penal. Un jugador potente es el tanque Hurtado, si tiene un tiro fuerte será el Cañoncito Peña herrera o si el defensa es recio tendremos al Bam Bam Hurtado (Carrión, 2008). Hoy llama la atención la violencia en el fútbol; sin embargo, es necesario retrotraernos en el tiempo para comprender cómo fueron de brutales los inicios de este deporte. Al origen fue considerado como un mecanismo para batir y aniquilar al enemigo, porque ese era el sentido de las victorias; tan es así que en Inglaterra, la primera “pelota” utilizada para jugar fútbol fue la cabeza de un soldado romano muerto en batalla.




Tan brutal y sangrienta fue esta práctica que se llegó a prohibirla en varios momentos y lugares. La creciente aceptación del fútbol y el aumento de la violencia reinante condujo a una disyuntiva: su prohibición, como muchas voces propugnaban, o la introducción de un mecanismo civilizador para procesar pacíficamente el conflicto; en otras palabras, entender y concebir el fútbol como la guerra, pero desarrollarlo por medios pacíficos. Y esto último es lo que ocurrió, mediante la emergencia de cuatro componentes que se han ido perfeccionado en el tiempo: la creación de una institucionalidad que vele por la justicia (Federación Internacional de Fútbol Asociado FIFA), la creación de una normativa (las famosas 17 reglas), la creación de un juez para imponer las reglas (el árbitro) y la creación de la política anti violencia (fair play).
2. La violencia del fútbol
La violencia es concebida a partir de una relación particular del conflicto (Carrión, 2009), que nace de una compleja construcción social y política (Sozzo, M. 2008) en un territorio y en un tiempo específicos. Una afirmación de este tipo nos lleva a comprender las violencias como consecuencia de la interacción de múltiples actores directos e indirectos, históricamente constituidos. De allí que la violencia no sea una sino múltiple –porque la conflictividad es plural– y, por tanto, que el conjunto de ellas se encuentren vinculadas entre sí.
La violencia del fútbol tiene cuatro formas a través de las cuales se expresa… la violencia en la cancha… la violencia de los estadios… la violencia en los bordes… y la violencia que se produce en la sociedad en general…
 “En 1888 hubo 23 jugadores muertos, 30 piernas fracturadas, 9 brazos rotos, 11 clavículas partidas y 27 lesiones de diversa consideración. En 1889 fueron 22 los muertos, y 138 los heridos y un año después la cifra de fallecidos fue de 26 y la de heridos 150”. (García Candau).

La violencia en la cancha es la que proviene de la propia esencia de la práctica del fútbol –que se despliega en el campo y en los 90 minutos de juego – es en la actualidad aislada, a pesar de tener una lógica explícita: el conflicto por la disputa de los diferentes universos simbólicos y por las características especiales de ser un deporte de contacto y fricción. Adicionalmente hay que tener en cuenta el contexto: lo que representan socialmente en términos de las regiones o los grupos 5 , las presiones económicas de los sponsors y la presencia de los medios de comunicación, con todos los ojos del mundo puestos sobre ellos. La violencia en el campo de juego tiene como actores a los jugadores, entrenadores, árbitros, dirigentes y cuerpos técnicos, actores directos del espectáculo, y se concreta a través de las confrontaciones verbales, simbólicas y físicas que se hacen totalmente visibles, porque ésta manifestación de violencia es la más reproducida por los medios de comunicación. En el caso del fútbol ecuatoriano, por ejemplo, las imágenes de la gresca del partido entre Liga de Quito y Barcelona, ocurrida en el 2006, fueron reproducidas una y otra vez por la avidez de las hinchadas, convertidas en rating por la televisión. En este caso el procesamiento de la violencia por la prensa fue muy interesante: los medios serranos defendieron a Agustín Delgado y los costeños lo condenaron. Sin embargo, si el partido se hubiera jugado en Guayaquil años antes, cuando Delgado jugaba en el Barcelona y los hechos de violencia hubieran sido los mismos, el comportamiento de la prensa hubiera sido inverso. Pero aún más, si Delgado hubiera jugado por la selección en un partido contra el Perú, el “Tin” Delgado hubiera sido considerado un héroe nacional.


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